Creo que la mejor forma de crear un mundo mejor es criando a nuestros hijos de manera respetuosa. Sólo cambiando los patrones de crianza del pasado podremos tener una sociedad más serena, feliz, equilibrada...
Si cada quien pone tan solo una gota, lograremos llenar un océano. Criando a nuestros hijos como pequeñas (pero no por eso menos) personas. Considerando sus sentimientos y opiniones desde el principio, poniéndonos en su piel, tratando de comprenderlos y entender lo que quieren comunicarnos.
A mi me sorprendió muchísimo, cuando nació mi hijo, lo formada que estaba su personalidad desde que llegó al mundo. La manera en que ya sabía y lo bien que expresaba lo que quería, lo que le agradaba y lo que no. Yo no había tenido casi ningún contacto con bebés antes de ser madre, así que realmente no tenía punto de comparación. Había visto ocasionalmente a mis primos, pero no había compartido con ellos de manera íntima y cercana, como lo hago con mi hijo.
Cuando alguien nuevo venía a conocer a mi bebé, se quedaban sorprendidos, cuando al preguntarme si lo podían tomar en brazos, les respondía que le preguntaran a él, no a mí, si le apetecía... Me miraban como diciendo con los ojos "pero es un bebé, ¿como que le pregunte a él? ¿es en broma?". Es en serio. Él es una persona pequeñita, y entiende muchas cosas, tú sabrás por como te mire y como reaccione luego de preguntarle si quiere o no irse en tus brazos. Luego a los mayores les costaba un poco aceptar las señales del bebé.
Una vez acompañamos a su padre al trabajo, para que los compañeros conocieran a Sam. Una de las chicas vino de golpe, me dio un beso para saludarme y tomó a Sam, que estaba en mis brazos observando detenidamente las caras de todos, sin decirnos nada. No me dio ni tiempo de explicarle, y como era de suponer, él rompió a llorar a todo pulmón. Tan a gustito que estaba en mis brazos, y viene una desconocida (para él) a sacarlo sin decirnos nada... Algunos de los presentes se sorprendieron por su reacción, a mí en cambio, me pareció perfectamente normal y sana.
Reflexionemos un poco acerca de cómo nuestra manera de mirar el mundo (y obviamente a nuestros hijos), puede moldearlos a ellos. Me permito citar a Fady Bujana, en su libro Licencia para Vivir:
"Según las leyes de la mecánica cuántica, todo cuanto compone tu experiencia de la vida es energía formada por ondas y partículas (como la luz, por ejemplo). Los físicos cuánticos afirman que el mero hecho de observar un evento interfiere en su desarrollo. Los experimentos realizados con la luz demuestran que, cuando los científicos estudian el comportamiento ondular de la luz, todo lo que encuentran son ondas; pero cuando investigan el comportamiento de los fotones (las partículas que componen en parte la luz), todo lo que ven son partículas."Todo esto para decirles que es natural concluir entonces, según este argumento que al observar un niño, como alguien puro, una persona de buenos sentimientos, esto es probablemente lo que hallaremos en nuestros hijos. Por otra parte, si tememos que nuestro hijo sea un pequeño tirano (como lamentablemente lo definen muchos libros de crianza de antaño, e increíblemente, también muchos de hoy en día), o una personita malvada que quiere tomarnos el pelo o jugar con nuestra paciencia, esto es muy probablemente lo que encontraremos en nuestros hijos. El observador influye sobre los sucesos, y me gustaría pensar que como padres somos mucho más que meros observadores de nuestros hijos.
En líneas similares se expresa Laura Gutman en su excelente artículo Aquello que decimos, y cito textualmente:
"Los niños creen en los padres. Cuando les decimos una y otra vez que son encantadores, que son los príncipes o princesas de la casa, que son guapos, listos, inteligentes y divertidos, se convierten en eso que nosotros decimos que son. Por el contrario, cuando les decimos que son tontos, mentirosos, malos, egoístas o distraídos, obviamente, responden a los mandatos y actúan como tales. Aquello que los padres -o quienes nos ocupamos de criar- decimos, se constituye en lo más sólido de la identidad del niño."
"Los niños no tienen más virtudes unos que otros. Ahora bien, el niño no suficientemente mirado, mimado, apalabrado y tomado en cuenta por sus padres, dará mayor crédito a sus discapacidades. Y sufrirá. En cambio el niño mirado y admirado por sus padres, amado a través de los actos cariñosos cotidianos, contará con una seguridad en sí mismo que le permitirá erigirse sobre sus mejores virtudes y al mismo tiempo reírse de sus dificultades."
Carlos González, me ha inspirado muy positivamente en cuánto a crianza, lactancia y colecho se refiere. Es curioso, y él comenta algo similar a esto en su libro Bésame Mucho; cuando una mujer queda embarazada, nadie le dice que debe mimar mucho a su bebé, ni le recomiendan cubrir las tomas eléctricas de la casa, guardar los floreros de cristal y los detergentes en lugares altos, etc. sin embargo muchas personas al ver a una mujer encinta se dedican a dar consejos absurdos (y por demás desmentidos científicamente) del estilo: "cuidado con cogerlo mucho en brazos, que luego se malcría", "la teta sólo 15 minutos de cada lado, y luego tiene que esperar mínimo 3 horas para la siguiente toma, porque el estómago tiene que descansar y sino, el niño se malacostumbra", y luego el típico "no lo tomes en brazos inmediatamente cuando llore, déjalo llorar un poco para que no crea que cada vez que quiera brazos tiene que llorar y vendrás enseguida". ¿Acaso el llanto no es para eso? ¿No es la forma de hablar de los bebés? ¿No es su manera de comunicarse? Al igual como se comunican con gestos, y miradas, lo hacen también con el llanto. Y eso no es aprovecharse de nosotros, ni manipularnos. Para creer que lo es, tendrías necesariamente que pensar que un bebé es una persona mala y por eso quiere hacerte pasar vergüenza o un mal rato.
Mi abuela Aida, sabia mujer, una de las más sabias que conozco, dice desde siempre que las parejas tienen un hijo porque quieren, que el niño no pidió nacer. Que los padres lo trajeron al mundo con razones un poco egoístas, como las de enriquecer sus vidas con la alegría y diversión que representa tener un hijo, así que deben asumir ellos también los momentos menos agradables con la misma gracia. No poniendo sobre su hijo la culpa, ni palabras pesadas e hirientes que posiblemente lo marquen de por vida simplemente porque en un determinado momento no se haya portado de la manera en que sus padres se esperaban que se comportara.
De esta manera, cuando una pareja tiene un hijo, debe estar dispuesta a compartir plenamente su vida y su casa con su hijo. Conozco a muchas personas, que luego de tener un hijo, no quieren cambiar su estilo de vida, ni modificar sus casas, sino que esperan que el niño se adapte a sus maneras. Por ejemplo, fui a visitar a unos amigos de la familia que vivían con su nieta, de dos años de edad. La sala estaba repleta de jarrones de cristal y adornos de porcelana. La niña no tocaba ninguno de ellos, sin embargo mi hijo, que en aquel entonces tendría escasos 13 meses no aguantaba la curiosidad, y me tenía muy nerviosa mientras exploraba todo. Yo me senté en el suelo a su lado y le dije "mi amor, toca el adorno si quieres, pero sin alzarlo del suelo, con delicadeza", mientras pensaba para mis adentros "Mejor vuelvo a casa, antes de que rompa algo. Esta pobre bebé debe soportar regaños y castigos (probablemente también físicos) todo el día. ¿Cómo se le ocurre a esta gente tener objetos tan peligrosos, caros y delicados al alcance de la niña? Los niños son tan rápidos que en un instante en el que te gires para por ejemplo, atender el teléfono puede tropezarse y romper algo y herirse... ".
Los niños son buenos y complacientes, les hace feliz vernos felices, intentan hacer las cosas que les pedimos y colaborar en cuánto puedan. Sin embargo, muchas veces se sienten divididos porque tienen un espíritu explorador muy fuerte, que es precisamente el que les permite aprender y absorber como esponjas todo el conocimiento que tienen a su alrededor. Aprenden muchas veces con el ejemplo. Es sorprendente la buena memoria que tienen, la manera en que pueden repetir una palabra o un gesto que hayan visto u oído tan sólo una vez, durante meses, y probablemente quedará en sus inconscientes incluso por años, como un recuerdo vago, o un comportamiento casi automático.
Ser madre ha sido para mí un aprendizaje incluso más intenso que ir a la universidad, tal vez porque yo lo he querido así. Procuro analizar cada reacción que tengo, sea interna o externa, cada pensamiento que recorre mi mente desde el punto de vista de mi hijo, desde el mío como madre, y desde el mío cuando era niña. Me di cuenta de que muchas de las actitudes que adoptamos como padres, son reacciones automáticas casi idénticas a como nos trataban nuestros padres cuando éramos chicos. Muchas veces he tenido que pararme a m misma para pensar si la idea que cruzaba mi mente en ese momento era realmente mía. Es decir, si era una reflexión producida en mi menta respecto a lo que sucedía en el presente, o si era una reacción que alguien había tenido conmigo cuando yo era niña, y me había comportado como lo estaba haciendo mi hijo en este instante. Me pillé a mi misma muchas veces pensando cosas que mi madre me había dicho cuando era niña, y que me había jurado a mi misma que nunca diría a mis hijos cuando fuera madre...
Creo que cada generación cría a sus hijos en parte de forma automática, heredada de sus padres, y en parte conscientemente, con ideas propias. Procurando hacer lo que les gustaba de su crianza, y evitar lo que no les agradaba cuando eran ellos mismos niños. No es tarea fácil. Como tampoco lo es el dejar cualquier hábito nocivo. Sin embargo hay personas que dejan, por ejemplo, de fumar, en un sólo día. Toma bastante determinación y perseverancia. O un hecho traumático que nos sacuda. Por ejemplo, mi abuelo Ernesto, dejó de fumar cuando tenía una treintena de años el día en que su mejor amigo, médico y fumador al igual que él, falleció a causa de un paro cardio-respiratorio. Ese mismo día juró no volver a fumar, y aunque en varias ocasiones comentaba que le apetecía hacerlo, logró no tomar nunca más una calada.
Hablando de castigos y de no repetir hábitos de crianza, he estado leyendo un excelente libro, está disponible tanto en inglés como en castellano, y se puede leer completamente online. Se llama Ser Padres Sin Castigar, de Norm Lee. En este libro, el autor recomienda la disciplina democrática como forma de crianza. Una manera de regir el hogar en la cual cada miembro tiene iguales libertades y responsabilidades, que enseña al niño a crecer y madurar libremente, mientras aprende a asumir también sus deberes. Recomienda hacer del hogar un lugar seguro para permitirle a los niños la mayor libertad posible; es decir quitar de su alcance todos los objetos peligrosos para que así puedan dar rienda suelta a su curiosidad y capacidad de exploración sin necesidad de estarles regañando ni castigando todo el día.
Norm cita en varios capítulos a Alice Miller, y relata como ella, a través de sus 6 libros publicados y más de 40 años de ejercicio entre psicología, filosofía y sociología e incontables años de investigación acerca de abuso infantil, llegó a la conclusión de que el estado de nuestra sociedad actual se debe (y por ende puede evitarse en las sucesivas generaciones) a la forma de crianza que los indivíduos reciben durante su primera infancia. En su libro For Your Own Good (Por Tu Propio Bien) explica en gran detalle como la forma tradicional de crianza occidental, aquella que defiende lo que muchas veces oímos decir en nuestro entorno: "una cachetada nunca le hizo daño a nadie", o "a mí también me criaron así, y mírame, soy normal", obtiene como resultados adultos sin sentimientos de compasión, con tendencias violentas y abusivas, y baja autoestima. Lo más grave es la propagación de estas tradiciones de crianza de una generación a otra.
Muchos padres de hoy en día tienen recuerdos de su niñez, en los cuales recibieron una bofetada, y aún sabiendo que se habían portado mal, o digamos diferente a como sus padres esperaban que lo hiciera, haber sentido que la bofetada era para descargar alguna frustración de ellos. Un adulto raramente golpea a un niño para enseñarle algo. Más bien lo hace para descargar su ira, su frustración por algo, su estrés... Para eso está el yoga, el bol tibetano, los sacos de boxeo, los ejercicios de respiración... Está más que comprobado que un niño no aprende cuando se le amenaza o inflige temor; sea éste psicológico o físico. No es posible que en pleno siglo XXI, cuando está actualmente prohibida (y penada por la ley), en casi todo el mundo, cualquier forma de violencia física , hacia presos, la pareja, o incluso hacia un animal; aún sea visto como algo normal y cotidiano, el humillar a un niño con un golpe, una bofetada o una patada.
Para cambiar el mundo, debemos empezar por revisarnos a nosotros mismos. Aprender a controlar nuestras emociones. A ser más flexibles con nuestras exigencias, hacia nosotros mismos y hacia nuestros hijos, aceptar la individualidad, con todos sus matices. Cambiar la manera de criar a nuestros hijos. Ser más comprensivos y respetuosos de su personalidad, permitirles desarrollarse lo más libremente posible. Lograr centrar nuestros pensamientos y reacciones en el presente. Aprender a disfrutar más de nuestros pequeños, a jugar más, reír más, lanzarnos más a menudo al suelo y dejarles gatear o sentarse encima de nosotros, para así ayudarnos un poco a ver el mundo desde su perspectiva.
Foto bajo licencia Creative Commons, algunos derechos reservados, cortesía de Raúl A.
Felicidades por tu blog y por las cosas que cuentas... creo firmemente que todos seríamos más felices si dedicáramos un rato a pensar en lo que significa ser padres y en cuánto influirá en nuestros hijos nuestra forma de criarles.
ResponderEliminarojala´todos los bebés del mundo lleguen a familias que quiera "disfrutarlos" no "padecerlos".
Un abrazo y te seguiré ;-)
Nohemí
¡Louma! Te felicito por tu página, es un logro enorme que espero siga creciendo más y más... He leído varios de tus artículos y siento que estuviéramos conversando, más que tan sólo leyéndote. Tu estilo es muy agradable, me encantará estar al tanto de tus avances... Me parece genial que enseñes cosas desde tu maravillosa experiencia como mamá: a pesar de que lo que ocurre es parte de la naturaleza, muchas madres apreciarán tus consejos... ¿Y por qué no?, ¡muchos padres también! Nuevamente, te felicito, gracias por compartir con todos nosotros todo lo que tienes para dar.
ResponderEliminarDaniel N.
Hola! Acabo de descubrir tu blog y me ha encantado! Siento que tengo una filosofía de la crianza muy afin a la tuya. Me gusta la naturalidad con que escribes y tu blog respira aire fresco y olor a flores. Seguiré leyéndote.
ResponderEliminarAh! Me he sentido muy identificada con tu comentario de la universidad. Yo no he ido a la facultad, pero lo que la maternidad me está aportando es más que un doctorado ;)!
Un abrazo,
@Dani:
ResponderEliminarQuerido amigo... muchas gracias por visitarme y por tus palabras de aliento :)
Un gran abrazo!
@ Nohemí:
ResponderEliminarGracias por visitarme y por tus lindas palabras... totalmente de acuerdo contigo en ese deseo de que todos los niños nazcan en hogares que quieran disfrutarlos a plenitud y dejarles ser quienes son... arroparlos y permitirles florecer:) Es que cuando nos dejamos llevar un poquito por el niño, con su inocencia y alegría nos damos cuenta de muchas cosas hermosas.
Un abrazo :)
@Cueta:
ResponderEliminarGracias por la visita, y por leerme. Tus palabras sinceras me han hecho sonreír de oreja a oreja. He pasado por tu blog un par de veces, supongo que tendré que perder poco a poco el miedito de comentar los blogs que leo ;)
Un abrazo!
Oh Dios! Hermoso tu post. Muy acertivo, propositivo y revelador. ¿Era este post al que te referías? Me lo leí de un trancazo. Mucho que meditar y mucho que cambiar en mis actitudes hacia mis pequeñas. Te doy las Gracias con un gran nudo en la garganta. Eres otro de los ángeles que mi Padre pone en el camino para retomar el sendero correcto. Un abrazo!
ResponderEliminarLouma, compañera, gracias.
ResponderEliminarEste artículo es más que un post: es un resumen de las grandes fuentes de las que bebe la crianza con respeto, una catarsis personal, un regalo para los otros.
Me encanta ver cómo cuando estamos dispuestos a crecer, a aprender y somos sensibles a los otros, todos avanzamos en la misma dirección: LA DEL RESPETO AL OTRO.
LOS NIÑOS SÍ VIENEN CON MANUAL DE INSTRUCCIONES: sólo hay que escucharlos, ser sensibles a sus demandas, respetarlos en su integridad humana... y ellos solitos nos dicen lo que tenemos que hacer.
Un abrazo muy grande, sabes que estamos en el mismo barco, y que YA ESTAMOS CAMBIANDO EL MUNDO!!!!
Olivia, muchas gracias por tus bellas palabras :) Me emocionó mucho leerte por acá! Creo que entre todas vamos aprendiendo muchas cosas nuevas y valiosas cada día.
ResponderEliminarIleana, tienes toda la razón... a mi me da un poco de rabia cuando la gente dice que los niños no vienen con manual: el manual es el amor, el instinto y el respeto. No se necesita nada más... bueno, un poco de paciencia también ;) Como siempre, dejas sabias palabras por donde pasas, ¡gracias!
Un abrazo grande para las dos :)
Louma
Debo decir que estoy completamente de acuerdo contigo. No soy madre ni nada por el estilo, pero tengo primos y sobrinos pequeños y con ellos pasa exactamente lo que que describes en tu blog (castigos y eso) y siempre me daban esas respuestas de que si los tomaba en brazos los iba a malcriar y e retaban porque les hacia todos los gusto, ahora sé que estaba en lo correcto. Si hay algo que detesto es que golpeen a un niño (por la razón que sea) y mi tía siempre le grita y da cachetadas a mi primito de seis años por es muy hiperactivo o porfiado como dice ella, siempre he discutid mucho y muy feo con ella por eso, porque cuando está conmigo a mi no se me hace necesario gritarle ni mucho menos darle cachetadas para que me haga caso. Ahora sé que tengo una base para rebatir a todos los que me han criticado por como soy con los niños. Muchísimas gracias por as recomendaciones y creo que tienes toda la razón con tu reflexión.
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