Cuando era pequeña, y me enojaba por algo, mi abuela me invitaba a la reflexión con una de sus sabias frases: enojarse es doble trabajo, toca enojarse y luego contentarse; para eso resuelves el problema directamente y te contentas… No hablaba de reprimir emociones, sino de establecer prioridades. ¿Cuántas veces nos hemos enojado por pequeñeces? Sean nuestras, ajenas o de nuestros hijos, conviene preguntarnos si vale la pena hacerlo.
A propósito de este tema, hoy les traigo un artículo escrito por Jennifer Mc Grail, publicado en su blog The Path Less Taken {El camino menos recorrido}, titulado Why I don't cry (or yell) over spilled milk, que viene siendo algo así como Por qué no lloro (ni grito) cuando se 'derrama la leche'. "To cry over spilled milk", literalmente 'llorar por la leche que se ha derramado', es una expresión en inglés que significa más o menos enojarse por algo inevitable, irrecuperable, y que ya ocurrió; evidentemente, si nos ponemos bravos al derramarse algo, la rabia no deshace ni resuelve el problema, sino que muchas veces trae consigo consecuencias peores.
Así que he traducido este excelente artículo de Jennifer, para publicarlo en Amor Maternal porque me ha parecido sencillamente genial, así nos sirve a todos de recordatorio cuando estemos tentados a enojarnos por cosas que no valen la pena.
A propósito de este tema, hoy les traigo un artículo escrito por Jennifer Mc Grail, publicado en su blog The Path Less Taken {El camino menos recorrido}, titulado Why I don't cry (or yell) over spilled milk, que viene siendo algo así como Por qué no lloro (ni grito) cuando se 'derrama la leche'. "To cry over spilled milk", literalmente 'llorar por la leche que se ha derramado', es una expresión en inglés que significa más o menos enojarse por algo inevitable, irrecuperable, y que ya ocurrió; evidentemente, si nos ponemos bravos al derramarse algo, la rabia no deshace ni resuelve el problema, sino que muchas veces trae consigo consecuencias peores.
Así que he traducido este excelente artículo de Jennifer, para publicarlo en Amor Maternal porque me ha parecido sencillamente genial, así nos sirve a todos de recordatorio cuando estemos tentados a enojarnos por cosas que no valen la pena.
Por qué no me enojo por cosas que no valen la pena
La semana pasada - de hecho, hoy hace exactamente una semana de ello - Tegan tiró los zapatos de Spencer en un lago en el parque. No era la primera vez que sus zapatos caían al agua de mano de Tegan. La primera ocurrió el mes pasado, en la piscina de unos amigos nuestros.
Estábamos todos sentados descalzos, disfrutando de la grama (del césped) y de la brisa. Ella pilló sus zapatos, y ahí se… inspiró… y antes de que alguien pudiera detenerla, echó a correr hacia el agua con los zapatos en mano. Lo que vimos a continuación, fueron los zapatos flotando y alejándose sinuosamente, mientras yo me incorporaba de prisa para buscar un palo o algo con lo que pescarlos nuevamente.
¿Han visto alguna vez a un niño de 6 años y otro de 10 años intentando sostener a una mujer de 65 kg para tratar de evitar que caiga de cabeza al agua mientras se inclina con precaución, de puntillas, intentando recuperar dos zapatillas flotantes con una ramita? Pues se han perdido un buen show. A pesar de todo, eventualmente logré pescarlos, devolverlos a su dueño y todos continuamos con nuestra tarde.
Luego de eso, el hijo de mi amiga, de 7 años de edad - el mejor amigo de Everett - le dijo a su mamá, "¡Wow, Jennifer NUNCA se enoja! ¡Yo nunca la veo enojarse por nada!"
Fue algo bonito de oír. Aunque no fuera totalmente cierto, pero igual fue bonito. Sí que me enojo ocasionalmente (aunque con el paso de los años, encuentro cada vez menos cosas por las que valga la pena enojarse). Pero no estaba enojada por los zapatos que cayeron al agua.
No me enojo cuando alguien derrama algo.
No me enojo cuando alguien hace un desorden.
No me enojo cuando algo se rompe.
No me enojo cuando mis niños se comportan como niños.
Y no es que yo sea más paciente que los demás - porque realmente no lo soy - sólo que tomé esa decisión hace mucho tiempo… Decidí que algunas cosas importaban, y que otras no. Los zapatos en el agua no importan. Cuando se derrama leche, no importa. Una cámara fotográfica rota NO importa.
Mis hijos importan.
Mi relación con mis hijos importa.
Aún en esos momentos en los que sí me frustro (mejor dicho, particularmente en aquellos momentos en los que sí me frustro), me recuerdo a mí misma que esa fue mi decisión, y llego siempre a la misma conclusión:
Lo que importa verdaderamente son mis hijos.
Los zapatos de Spencer fueron recuperados ese día, pero aunque se hubieran hundido al fondo del lago, volviéndose imposibles de pescar, ¿qué propósito hubiera logrado con enojarme? El hecho de responder con rabia no sólo no hubiera ayudado a resolver la situación, sino que también hubiera dañado mi relación con mi hija. Cada vez que respondemos ante nuestros hijos con rabia, nos aleja aún más de nuestro propósito de paz, armonía y respeto mutuo.
Mi hija es más importante que un par de zapatos de $20.
Hace unos meses, haló accidentalmente mi Nikon, dejándola caer del mesón, y quedó irreparable. Ella es más importante que una cámara de $600 también. Los zapatos, las cámaras, las casas, los carros… son cosas pequeñas comparadas con mis hijos.
Randy Pausch, el profesor de la Universidad de Carnegie Mellon que dio su famosa Última Lección (que posteriormente se convirtió en un libro homónimo) murió de cáncer en 2008, ilustró este concepto de una manera tan hermosa - aunque un poco extrema. Acababa de comprarse un nuevo auto descapotable y su hermana estaba insistiéndole a sus hijos, los sobrinos de Randy, que tuvieran cuidado. No desordenen el carro nuevo. Tengan cuidado con el carro nuevo. No vayan a derramar nada en el carro nuevo. Randy, cuya prioridad eran sus sobrinos, básicamente le dijo a su hermana que se relajara. Caminó hasta el carro, y derramó una lata de refresco entera sobre el asiento trasero, y le dijo:
"Sólo es un carro."
Y si nos ponemos a ver, a fin de cuentas, TODO es sólo un carro. Sólo un par de zapatos. Sólo una cámara. Por ninguna de esas cosas vale la pena enojarse. Por ninguna de ella vale la pena pasar rabia. Nada de eso importa. Lo que sí importa son nuestros niños. Lo que importa son nuestras relaciones con ellos. Nadie tiene garantizado un mañana con sus hijos. Y no sé ustedes, pero sabiendo esto, quiero vivir cada momento como si fuera el último… y si en realidad fuera el último, no quisiera saber que he perdido el tiempo - gastado siquiera un segundo - preocupada, enojada, con rabia o disgustada por las pequeñeces.
…y todas las cosas son pequeñeces.
Estábamos todos sentados descalzos, disfrutando de la grama (del césped) y de la brisa. Ella pilló sus zapatos, y ahí se… inspiró… y antes de que alguien pudiera detenerla, echó a correr hacia el agua con los zapatos en mano. Lo que vimos a continuación, fueron los zapatos flotando y alejándose sinuosamente, mientras yo me incorporaba de prisa para buscar un palo o algo con lo que pescarlos nuevamente.
¿Han visto alguna vez a un niño de 6 años y otro de 10 años intentando sostener a una mujer de 65 kg para tratar de evitar que caiga de cabeza al agua mientras se inclina con precaución, de puntillas, intentando recuperar dos zapatillas flotantes con una ramita? Pues se han perdido un buen show. A pesar de todo, eventualmente logré pescarlos, devolverlos a su dueño y todos continuamos con nuestra tarde.
Luego de eso, el hijo de mi amiga, de 7 años de edad - el mejor amigo de Everett - le dijo a su mamá, "¡Wow, Jennifer NUNCA se enoja! ¡Yo nunca la veo enojarse por nada!"
Fue algo bonito de oír. Aunque no fuera totalmente cierto, pero igual fue bonito. Sí que me enojo ocasionalmente (aunque con el paso de los años, encuentro cada vez menos cosas por las que valga la pena enojarse). Pero no estaba enojada por los zapatos que cayeron al agua.
No me enojo cuando alguien derrama algo.
No me enojo cuando alguien hace un desorden.
No me enojo cuando algo se rompe.
No me enojo cuando mis niños se comportan como niños.
Y no es que yo sea más paciente que los demás - porque realmente no lo soy - sólo que tomé esa decisión hace mucho tiempo… Decidí que algunas cosas importaban, y que otras no. Los zapatos en el agua no importan. Cuando se derrama leche, no importa. Una cámara fotográfica rota NO importa.
Mis hijos importan.
Mi relación con mis hijos importa.
Aún en esos momentos en los que sí me frustro (mejor dicho, particularmente en aquellos momentos en los que sí me frustro), me recuerdo a mí misma que esa fue mi decisión, y llego siempre a la misma conclusión:
Lo que importa verdaderamente son mis hijos.
Los zapatos de Spencer fueron recuperados ese día, pero aunque se hubieran hundido al fondo del lago, volviéndose imposibles de pescar, ¿qué propósito hubiera logrado con enojarme? El hecho de responder con rabia no sólo no hubiera ayudado a resolver la situación, sino que también hubiera dañado mi relación con mi hija. Cada vez que respondemos ante nuestros hijos con rabia, nos aleja aún más de nuestro propósito de paz, armonía y respeto mutuo.
Mi hija es más importante que un par de zapatos de $20.
Hace unos meses, haló accidentalmente mi Nikon, dejándola caer del mesón, y quedó irreparable. Ella es más importante que una cámara de $600 también. Los zapatos, las cámaras, las casas, los carros… son cosas pequeñas comparadas con mis hijos.
Randy Pausch, el profesor de la Universidad de Carnegie Mellon que dio su famosa Última Lección (que posteriormente se convirtió en un libro homónimo) murió de cáncer en 2008, ilustró este concepto de una manera tan hermosa - aunque un poco extrema. Acababa de comprarse un nuevo auto descapotable y su hermana estaba insistiéndole a sus hijos, los sobrinos de Randy, que tuvieran cuidado. No desordenen el carro nuevo. Tengan cuidado con el carro nuevo. No vayan a derramar nada en el carro nuevo. Randy, cuya prioridad eran sus sobrinos, básicamente le dijo a su hermana que se relajara. Caminó hasta el carro, y derramó una lata de refresco entera sobre el asiento trasero, y le dijo:
"Sólo es un carro."
Y si nos ponemos a ver, a fin de cuentas, TODO es sólo un carro. Sólo un par de zapatos. Sólo una cámara. Por ninguna de esas cosas vale la pena enojarse. Por ninguna de ella vale la pena pasar rabia. Nada de eso importa. Lo que sí importa son nuestros niños. Lo que importa son nuestras relaciones con ellos. Nadie tiene garantizado un mañana con sus hijos. Y no sé ustedes, pero sabiendo esto, quiero vivir cada momento como si fuera el último… y si en realidad fuera el último, no quisiera saber que he perdido el tiempo - gastado siquiera un segundo - preocupada, enojada, con rabia o disgustada por las pequeñeces.
…y todas las cosas son pequeñeces.
{Foto}
¿Y tú qué opinas? ¿Te enojas a menudo por cosas que no valen la pena? ¿Algún consejo aparte de tener perspectiva para no enojarse por nimiedades?
¿Y tú qué opinas? ¿Te enojas a menudo por cosas que no valen la pena? ¿Algún consejo aparte de tener perspectiva para no enojarse por nimiedades?
Un artículo muy interesante. Gracias por compartirlo
ResponderEliminarMuy bueno, estoy totalmente de acuerdo. Pero tambien he de decir que en ocasiones me cuesta pensar con laridad y suelo encontrarme molesta por cosas que carecen de importancia... eso si, seguimos trabajando en ello.
ResponderEliminarYo tambien escuchaba lafrase, aunque variada: "dos trabajos tienes, enfadarte y desenfadarte... y tres si no comes" (porque normalmente cuando nos enfadamos perdemos el tiempo y nos cambia hasta el apetito ¿cuantas horas de vida perdemos con esas tonterias?
Un abrazo y feliz crianza
Hola:
ResponderEliminarQue articulo tan interesante, de hecho me cayo como del cielo, yo tengo un problema que me gustaria compartir para que Ustedes me den consejos porque estoy algo desesperada.
Tengo una hija de 7 años y la amo con todo mi corazón, pero ultimamente no le tengo paciencia, le grito y la regaño por todo y no se que hacer, por que obviamente el problema es mio, estoy perdiendo momentos de su niñez que nunca recuperare, pero no se como hacercarme a ella y tenerle paciencia.
Les agradeceria sus consejos y articulos que me puedan ayudar...
Gracias
Me ha encantado Louma, y sí, yo me enfado a veces por cosas que de verdad, no valen la pena.
ResponderEliminarCada día menos, eso sí, tengo que reconocerlo, e intento pensar y decirme a mi misma "una, dos y tres, Elena cálmate" antes de reaccionar y decir algo de lo que después me arrepienta....( a veces lo repito hasta diez veces, jajajajaja)
Con mi bebé, no me ha pasado todavía nunca, es que soy incapaz y no quiero, sólo es un bebé por dios....Pero intento llevarlo a todos los ámbitos de mi vida, con mi marido, con mis amigos, con mis familiares....por que en esta vida lo importante son ellos, que me hacen sentir feliz como persona y no estamos como para perder el tiempo!!! :-)
Me ha gustado y estoy de acuerdo.
ResponderEliminarPero a veces es difícil no enfadarse. La verdad es que yo me enojo más de lo que me gustaría, creo que porque no tolero bien la frustración. La próxima vez intentaré recordar esa frase de que no merece la pena enfadarse.
Que bellisima reflexion! que trabajo personal no olvidarlo! Creo que en el fondo todos lo sabemos :Lo unico que verdaderamente importa son los hijos...los afectos...
ResponderEliminarMi mama solia decirme siempre esa frase: Si te enojas tenes doble trabajo: Enojarte y des-enojarte :)
Dejemos de perder el tiempo! gracias Lou por compartirlo:)
A mea culpa! me enojo frecuentemente cuando se trata de la tarea, lo peor es que ya mi hija me imita. Se que logró más y es mucho mejor cuando no lo hago pero definitivamente, algo, que no logró recordar me pasó cuando niña y tiene relación con las tareas. Cuando nos enojamos así es porque algo se remueve en nuestras emociones y tiene que ver con experiencias previas.
ResponderEliminarClaudia
Y si la leche que se derrama es la leche materna que me ha costado tanto sacarme para dejarle a mi nena?? tengo alguna licencia para enojarme conmigo misma?? jajjajaaa.
ResponderEliminarMe gusta el artículo, es algo que ya sabía e intento aplicar desde hace mucho, pero es difícil según en qué circunstancias, tengo que interiorizarlo más hasta que el esfuerzo sea menor y en lugar de enojarme corra a por "el palo para agarrar las zapatillas".
Creo que lo realmente importante no es tanto que no nos enojemos, sino el tiempo que perdemos mientras se nos pasa. Si logro que ese tiempo se vaya reduciendo cada vez más ya estaré satisfecha.
Un abrazo...y gracias por estos artículos tan interesantes.
Se lo mando ya por mail a mi esposo!!! Buenísimo!! y totalmente cierto!!!
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