Les voy a ser sincera, antes de leer esta carta abierta a Amparo Grisales, escrita por Florence Thomas y publicada en el Diario El Tiempo, no sabía quién era ninguna de las dos. A pesar de haber vivido durante muchos años en Venezuela, casi nunca veía telenovelas, y ni siquiera había oído nombrar a Amparo. Tras leer la carta abierta, cuyas palabras suscribo, la busqué en Google, y la verdad es que se correspondía su imagen con lo que había imaginado al leer esas líneas: una de esas mujeres con apariencia digamos muy trabajada, (por decirlo de forma amable y sutil), que tan bien describen Lorella Zanardo en su documental Il Corpo delle Donne y Jean Kilbourne en su documental Killing us Softly...
Y eso me hizo recordar una preciosa canción libanesa, interpretada por Racha Rizk, que forma parte del soundtrack de la película - libanesa también, y excelente por cierto - Caramel, titulada Mreyte, ya mreyte (Espejo mío, ay espejo mío).
Pueden escuchar la canción en este videoclip:
La letra dice más o menos así:
Espejo mío, ¡ay espejo mío!
Te contaré mi historia.
Dime quién soy...
Eres yo, y yo soy tú, sin importar cuánto crezcas, sin importar cuánto cambies.
Ante mis ojos siempre tendrás seis [años], ¡Ay espejo mío!
Te contaré mi historia...
Dime que soy la más bella de todas.
Mírame y dime qué es lo que ves, ¡Ay, espejo mío!
Te contaré mi historia...
Dime por qué...
mis cabellos no son rubios...
mis caderas no son estrechas...
ni mis labios son carnosos, ¡Ay, espejo mío!
Te contaré mi historia...
Dime cómo...
puedo adelgazarlas...
y maquillarme...
y verme bella con mi vestido de fiesta, ¡Ay, espejo mío!
Dime quién soy...
Tú eres yo, y yo soy tú, sin importar cuánto crezcas, sin importar cuánto cambies.
Ante mis ojos siempre tendrás seis [años], ¡Ay espejo mío!
Dime quién soy...
Dime quién soy.
Y les pregunto, ¿cuántas mujeres preguntan esto ante el espejo? ¿Cuántas tras décadas y décadas de bombardeo de imágenes con retoques digitales descarados no son capaces de mirarse al espejo y amarse simplemente? No hablo de salir desaliñadas, no hablo de estar desarregladas y no preocuparse por nuestra estética, hablo simplemente de amarnos tal cual somos, de aceptarnos. Entiendo que uno quiera disimular algún aspecto de su físico que considere desfavorecedor, como por ejemplo usar corrector de ojeras para aclarar un poco la zona, y no le veo nada malo, de hecho yo lo hago :) Hablo de amar a la mujer del espejo, de mirarla a los ojos y ser capaces de verla con equilibrio y con afecto. De ver sus virtudes.
Volviendo a la canción, dice que siempre se verá como la niña que era a la edad de 6 años, al mirarse en el espejo, y ¡eso me parece hermoso! ¿Se han fijado cómo se miran los niños pequeños al espejo? ¿Con qué amor y fascinación se admiran? No hablo de narcisismo, no me malinterpreten, sino de maravilla... ¿Y qué pasa con las niñas que juegan con Barbies, que ven programas televisivos (o peor aún, participan en ellos) como Toddlers and Tiaras, o que están bombardeadas con imágenes de modelos con problemas de alimentación? Pasa que llegan a creer que esas son mujeres reales, pasa que comienzan a formar parte de su percepción de lo que es estético, llegan a creer que ese aspecto es normal y puede que esos pasen a ser sus ideales. Y no, no me parece nada sano. Hablemos con nuestras niñas, expliquémosles las cosas como son, enseñémosles a amarse a sí mismas, desde pequeñitas.
Luego esta semana, me ha llegado por e-mail, la Newsletter de Laura Gutman, genial como siempre, y justamente hablaba de la mujer del espejo, de cómo tantas mujeres no logran amarse...
El cuerpo femenino enajenado
Todo lo que suponemos que “deberíamos” ser, pensar o sentir, suele alojarse a mucha distancia de nuestro ser esencial. Y más lejos aún se instaura el supuesto ideal de cómo deberíamos ser físicamente. Somos altas o bajas, morenas o rubias, orientales o europeas, robustas o pequeñas. La verdadera reflexión apunta a comprender por qué no amamos eso que sí somos. Esos ojos que milagrosamente ven, esas pestañas que amablemente nos protegen, esos brazos que trabajan, esas uñas que resisten, esa piel que se expresa, ese cabello que baila el vals del viento, ese cuello que sostiene, esos pies que no se quejan, esos hombros que seducen, esa altura que vigila, esa voz que canta melodías o esas manos que acarician.
Todas las mujeres tenemos un cuerpo hermoso, amado por alguien pero generalmente despreciado por nosotras mismas. Todas tenemos la extraordinaria oportunidad de tener una casa para el alma, pero querríamos habitar en otra. Sin embargo otro cuerpo nunca podría albergar con tanta sabiduría nuestro particular camino, ya que lo hemos ido construyendo en la intimidad de las experiencias vitales, limpiándolo, cuidándolo o maltratándolo a fuerza de engaños y dolor. Nuestro cuerpo es completamente nuestro, hecho a imagen y semejanza de nuestras elecciones, sentimientos, gozos e infortunios. Nuestro cuerpo merece el reconocimiento y el agradecimiento de llevarnos por la ruta adecuada, todos los días y todas las noches de nuestra vida.
No importa cuánto envidiemos la delgadez de alguien más joven, paradójicamente esa joven envidiará nuestro color de piel o nuestro aliento o nuestra sonrisa. Es decir, estamos todas pretendiendo vivir en un cuerpo incapaz de acomodarse a nuestro ser interior y desmereciendo al mismo tiempo la belleza natural y genuina del propio. Si pretendemos esconder una arruga, la piel nos reclamará desde algún rincón queriendo existir. Si quisiéramos un cuerpo más firme, los recuerdos y los sueños y los amores del pasado pujarán para saberse vivos. Si pensamos que nuestros problemas se resolverían sólo si fuéramos más bellas, es porque no nos hemos mirado en el espejo cósmico del alma.
¿Y ustedes qué opinan? ¿Han logrado amar a la mujer del espejo?
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Es curioso Louma, como en una reflexión tan profunda y tan humana, no encuentro comentarios por aquí... yo he llegado a conocer a la mujer del espejo y te confieso que sí, cada día estoy más contenta con ella... cada día aprendo más de ella y cada día doy gracias a Dios, por estar viva, por mis manos que acarician a mis hijas y mi pecho que alguna vez les alimentó, mis caderas donde ellas vivieron y mis piernas que aun bailan, corren y caminan. Agradezco mis canas y mis arrugas, mis pecas y mis manchas, mis ojos que aun parpadean y todo lo que día a día me permite disfrutar de la vida...
ResponderEliminarCon 37 años por fin he aprendido a amar a la mujer del espejo ;-) y soy muy feliz.
ResponderEliminarGracias Louma por tan bello artículo
Excelente articulo :)
ResponderEliminarMe ha encantado tu reflexión. Se hace muy necesario este tipo de pensamientos en una sociedad tan frívola como la nuestra, en la que el auto-reproche está tan integrado en nuestro proceso de razonamiento.
ResponderEliminarGracias!