Continúa habiendo mucha gente escéptica en torno al caso de Habiba, y yo me pregunto lo siguiente:

¿Con tantos profesionales de reconocida trayectoria, coincidiendo todos en apoyar a la jóven madre que fue separada de su hija de 15 meses injustificadamente, continúa siendo razonable considerar esto un hoax?

¿Tendría sentido pensar que una psiquiatra, catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid y reconocida escritora como lo es Ibone Olza, pondría en juego su carrera y su credibilidad sacando a la luz pública el caso de Habiba si no fuera cierto?

Para los que siguen sin creer, comparto algunas actualizaciones:

El día de hoy, el conocido pediatra Dr. Carlos González, publicó un comunicado en el que comparaba la separación de Alma y Habiba, con las separaciones que se practicaban durante las dictaduras en España, hace ya muchas décadas, con la creencia de que las instituciones que rompían estas díadas madre-hijo lo hacían por el bien del infante.

Reproduzco a continuación su carta:
Tengo en mis manos el libro La crianza del niño. Lecciones de puericultura, del Dr. Enrique Suñer Ordóñez, publicado en San Sebastián en 1939. El Dr. Suñer había fundado en 1923 la Escuela Nacional de Puericultura, y tras el triunfo de Franco fue de nuevo director de esa institución y del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España.

En su libro, entre muestras «de recuerdo, admiración y cariño a S. E. el Jefe del Estado, a nuestro Generalísimo», propone separar de sus madres a los hijos de las viudas de guerra «rojas» para darlos en adopción a familias «nacionales» o ingresarlos en instituciones:

[…] destacar la conducta que es menester seguir con aquellos niños de nuestros enemigos de hoy; de los huérfanos de padres que dentro de nuestro territorio recibirán seguramente de sus madres la inoculación de un rencor tan profundo como inextinguible. […]
¿Deberemos dejar todas estas almas infantiles y juveniles en contacto íntimo con la fuente del veneno causante del odio?
Claro que no. […] Este odio hay que borrarlo; este veneno es menester a todo trance neutralizarlo con el único antídoto que puede hacerlo inactivo: con el empleo de una profunda caridad encomendada a nuestras mujeres, las de nuestra España, las que albergan nuestros sentimientos. Un esfuerzo inmenso pide la Patria a nuestras familias. Este esfuerzo es el de la adopción en los propios hogares a ser posible, en los establecimientos en donde se vigilen a los alojados desvalidos, como madrinas o madrecitas, prestándoles afectos, asistencia y cuidados como a los hijos propios.
La adopción de estos hijos del enemigo que nos odia será la única manera de combatir el gran problema nacional que nos amenaza en la post-guerra.

Lo que otras dictaduras hicieron de forma clandestina, el secuestro sistemático de los niños de la oposición, en España se hizo a la luz y se puso por escrito. 
Tal vez fue así como entró en nuestro sistema de atención a la infancia la idea de que ciertas madres son peligrosas para sus hijos, no porque les vayan a maltratar, sino simplemente porque les van a educar mal. La idea de que ciertos niños estarían mejor en una «buena familia», o incluso en una institución, que con sus madres. Una vez establecida, esa idea se puede aplicar a otros casos, y servir de justificación moral para otras actitudes.  
En ningún momento ha habido una condena, una ruptura, una solución de continuidad en nuestro sistema de atención a la infancia. Treinta años después, los mismos que tras la guerra habían secuestrado hijos de «rojos», u otros profesionales más jóvenes, discípulos o subordinados de los anteriores, secuestraban a otros niños para darlos en adopción. No eran monstruos, simplemente se creían en posesión de un conocimiento superior y de un derecho superior. Ellos «sabían» que algunos niños, especialmente hijos de mujeres pobres o de madres adolescentes o solteras, iban a ser desgraciados; y por tanto «podían» separarlos de sus madres para buscarles una buena familia. Eso necesitó la complicidad o el silencio de cientos o miles de profesionales, que difícilmente hubieran podido conciliar el sueño cada noche si no hubieran sido capaces de convencerse a sí mismos de que estaban justificados, de que todo era por el bien del niño.
Y de nuevo, treinta años después, esos mismos profesionales u otros más jóvenes que han sido sus discipulos y sus subordinados siguen separando a los niños de sus madres, sin escrúpulos, sin vacilaciones, sin remordimientos. Porque siguen creyendo que los niños están mejor lejos de sus madres.
El caso de Habiba no es ni mucho menos único. Los he visto con mis propios ojos, he hablado con sus abogados, compañeros pediatras me han explicado su frustración cuando una madre de escasos recursos rechaza la idea de ir a solicitar una ayuda a los servicios sociales «no, allí es donde nos quitan a los niños». En internet encontrará relatos de madres y de hijos:
El problema es que nuestra legislación permite a las instituciones de atención a la infancia llevarse a los niños sin obtener primero la orden de un juez. Tienen potestad absoluta, y luego son los padres los que deben, en todo caso, acudir a los jueces para pedir que les devuelvan a sus hijos, lo que ha ocurrido muchas veces, pero siempre demasiado tarde y cuando los niños ya han sufrido graves daños psicológicos.
En la página 13 se explica la diferencia entre «menor maltratado» y «menor desamparado»; en este último caso «se aprecia cualquier forma de incumplimiento o de ejercicio inadecuado de los deberes de protección establecidos por las leyes en la guardia de los menores o faltan a éstos los elementos básicos para el desarrollo integral de su personalidad».
La situación de desamparo se declara mediante «resolución motivada del organismo competente de la Administración […] Se notifica a las partes afectadas y al Ministerio Fiscal para que se garanticen los derechos de los afectados».
«La declaración de desamparo comporta la asunción automática de las funciones tutelares sobre el menor por parte del organismo competente (DGAIA). Implica la suspensión de la potestad del padre y de la madre o de la tutela ordinaria durante el tiempo de aplicación de la medida. La DGAIA puede delegar la guardia del menor que ha tutelado».
Es decir: son los funcionarios los que declaran el desamparo, por motivos tan inconcretos como «cualquier forma de ejercicio inadecuado»; no tienen que pedir autorización al Ministerio Fiscal para hacerlo, sino sólo informarle después de haberlo hecho, y pueden quedarse al niño o pasárselo a quien ellos quieran.
No estamos hablando de proteger a un menor porque ha sufrido malos tratos. Basta con que detecten lo que ellos llaman una «situación de riesgo». Ya hablar de un «riesgo de malos tratos» daría escalofríos. ¿Se imagina que se pudiera detener a alguien que nunca en su vida ha robado un banco porque existe «un riesgo de que robe un banco»? Si estuviésemos hablando de un riesgo de malos tratos, sería el único caso en que, como en las películas de ciencia ficción, se puede castigar a un futuro delincuente antes de que cometa el delito. Pero es que ni siquiera se trata de eso. No hace falta sospechar o temer malos tratos ni ningún otro delito. El «riesgo» es un riesgo genérico e indefinido, no se sabe de qué, tal vez de que el niño sea «malcriado», o no se «socialice» adecuadamente, o vaya a saber de qué. Riesgos que, de materializarse, no constituirían un delito.
¿Y a quién le pasan las instituciones el niño así «amparado»? Pues habitualmente a un centro privado concertado que cobra por menor y al que interesa, como a los hoteles, conseguir la máxima ocupación posible. Sólo que el centro de menores cobra mucho más que un hotel.
Aquí pueden ver una estadística sobre más de 8000 niños «protegidos»:
El 47,6% se protegen en su propia familia. El 18,3%, en una familia ajena, en acogimiento o adopción. El 34%, 2.785 menores, en centros de asistencia.
Pero los costes son muy distintos, según el informe de junio de 2009 del Síndic de Greuges, el defensor del pueblo catalán.
Como puede ver en la página 236, la administración gasta 1.275 euros al año por cada niño acogido en la propia familia, 2.597 euros al año por cada niño acogido en su familia extensa, 3.129 euros por cada niño dado en acogimiento o adopción, ¡y entre 30.000 y 40.000 euros al año por cada niño internado, según el tipo de centro!
Saldría mucho más barato dar una ayuda económica a las familias sin recursos que quitarles a los niños. Pero nuestro sistema desconfía de las familias, sobre todo de las familias pobres, y prefiere gastarse el dinero en centros controlados por profesionales.
Sinceramente luego de leerla, me queda poco que añadir. Sólo resta invitarles a que por favor acudan a las demostraciones pacíficas que se están realizando en el mundo entero para el día 15 de junio, frente a las embajadas y consulados de España correspondientes a cada ciudad.

Si vives en Barcelona, por favor acércate a la protesta pacífica en apoyo a Habiba y Alma que se llevará a cabo mañana 14 de junio a las 6 de la tarde en la Plaza Sant Jaume. Si puedes, por favor viste de negro en señal de duelo por la separación de Alma y Habiba, o de blanco en señal de paz. Si quieres, puedes imprimir el logo que he dibujado, o los posters imprimibles que puedes descargar aquí.

Se ha redactado un texto para repartir a los transeúntes en forma de volantes, que puedes leer aquí.

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Louma Sader Bujana

Es autora de múltiples bestsellers, entre ellos Reflexiones sobre Crianza Respetuosa, y Happy Agenda, así como creadora de diversos cursos pioneros que devuelven el bienestar y la fluidez a la relación madre-hijo. Es, además de Licenciada en Odontología, con un enfoque en la educación y prevención, la fundadora de Amor Maternal, y de la Academia de la Crianza Respetuosa. Se ha especializado en marketing y emprendimiento online, ofreciendo consultoría para profesionales y pequeñas empresas.


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5 comentarios:

  1. Impresionante la carta de. Me ha impresionado su lucidez y su visión global de los hechos. Llevo muchos meses inmersa en todo lo que paso en la España de la postguerra y la dictadura en general y estoy totalmente de acuerdo en como lo ha explicado C Gonzalez. Creo que somos ciegos a los tentáculos que la mentalidad de aquella época extiende hasta la nuestra y me alegro muchísimo que él llame la atención sobre ellos.

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  2. Me produce muchísima impotencia este asunto. Y más todavía después de comprobar que muchísima gente prefiere mantenerse excéptica y no investigar ni leer más. Parece como si nos protegiésemos con la ignorancia para no tener que asumir las imperfecciones del sistema.
    Siento una pena inmensa por esa madre y por su hija. Ojalá alguien actúe pronto, porque por desgracia la justicia siempre es demasiado lenta.

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  3. Llevo sientiendo la sensación de frío interno muchos días: El dolor de la separación de madre e hija,pero también el miedo heredado de mis padres que vivieron la guerra. El caso de Habiba me recuerda una y otra vez los coletazos de la postguerra,la sensación de que nunca hemos abandonado esos húmedos pasadizos. Me siento indefensa, porque es donde más protección necesitamos, donde más se nos amenaza. Y donde se aprovecha para decirnos que " si somos buenas chicas no nos pasará nada..."

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  4. Me emociona ver como tantas voces se unen para ayudar a esta pobre madrey su pequeña hija y me enstristece que no se levanten voces en apoyo de tantos hombres que se quedan sin sus hijos tras separarse, con el beneplacito de psiquiatras, jueces, puericultores, etc.. de reconocida trayectoria, quedando su papel reducido a meros visitadores y pagadores.

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  5. Me dejó de una pieza, el pensar que en algún momento tu hijo puede ser criado por tu peor enemigo, pueden volverlo contra tus ideales, pueden sacarte todo.
    Soy Argentina y hace algunos años ya, sucedió que cientos de menores fueron sustraídos de sus hogares. Muchos relatos estremecen, hay gente que a los 30 años descubrió lo que siempre sospechaba que no era de ahi, en algún el calor de mamá y la escencia se guarda, mas allá de la maldad de los apropiadores. No se pierdan este video:

    http://www.youtube.com/watch?v=LV63wcSy5EU

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