Lo primero que nos apetece hacer a las madres cuando nacen nuestros hijos es besarlos. Obviamente existe un fuerte componente emocional y un deseo intenso, un impulso, que nos lleva a hacerlo, pero es interesante mirar también toda la evidencia científica, concretamente la bioquímica que explica este comportamiento instintivo. Como bien sabemos, nuestros cuerpos son muy sabios, y por consiguiente lo lógico es que confiemos en su sabiduría - después de todo, han sido nuestros instintos los que nos ha traído como especie hasta aquí. El instinto de parir por ejemplo, nos demuestra cómo una mujer es capaz de dar a luz sin que medie el conocimiento intelectual del proceso como tal, sin que se proponga a hacerlo. Al abandonarse a sus instintos mamíferos, su cuerpo sabrá qué hacer, qué necesita y cómo hacerlo.
Sucede ago similar con los besos: si observamos a cualquier hembra del reino animal, veremos que lo primero que hace tras parir, es reconocer con sus cinco sentidos s su cría. Es su manera de hacerla suya, de conocerla por completo, de reclamarla - además de formar un vínculo emocional, como es de suponerse. Esta madre pasará largos ratos lamiendo a su cría, olfateándola, observándola, escuchando atenta sus ruiditos, de modo que reconocerá el aspecto físico de su retoño, al igual que su olor, su sabor, su textura o el tacto de su piel o pelaje y los sonidos que hace.
Las mujeres que paren en un ambiente en el que son respetadas sus necesidades de intimidad y contacto piel con piel inmediato tras el nacimiento, muestran los mismos comportamientos. De esta manera observamos que una mamá besará a su bebé, lo olerá, acariciará su piel, y rápidamente aprenderá a distinguir el llanto de su hijo de entre los de otros bebés.
Cuando besamos a nuestros hijos, al inclinarnos y acercarnos a ellos percibimos su olor - ¡y qué olor más delicioso! - pero también percibimos su sabor. Al besar a nuestros bebés, estamos ingiriendo también los agentes patógenos que tienen en la superficie de sus caritas - aquellas bacterias que están a punto de ingerir ellos mismos - de modo que estos microorganismos llegarán a nuestros órganos linfoides secundarios, a las amígdalas palatinas re-estimulando las células de memoria B de nuestro sistema inmune. Luego estas células B viajarán hasta nuestros pechos para producir los anticuerpos exactos y específicos acorde con los microorganismos que acabamos de ingerir.
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Más info (en inglés): Why Mothers Kiss Their Babies. Judie Rall - Unhindered Living.
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Y mirá si será fuerte el instinto que yo lloraba desconsoladamente cada vez que iba a ver a mi Liam a la UCIN... porque no podia alzarlo y besarlo!!! Todos pensaban que yo temía que no se recuperara, pero tenía la certeza que así sería, lo que me destrozaba el alma era no poder controlar esa sed de besos y esa urgencia de tocarlo, de cobijarlo y protegerlo en mis brazos.
ResponderEliminarBueno, debo confesar que hoy estamos compensando hace casi un año el tema... lo 'destrozo' a besos, colechamos, porteamos y lactamos a demanda. Es que soy adicta a este enano, no puedo evitarlo!!
Hermosa entrada, Louma! Gracias por compartir tan linda info con nosotras!!
Me ha encantado. Muchas gracias
ResponderEliminarAntes de que mi bebé comenzara a comer sólidos, yo no podía dejar de oler su aliento... qué cosa más rica ese olor a lechita ¡me derrito de amor de recordarlo! :)
ResponderEliminarY tanto que es lo primero que hacemos cuando nacen!!!!!! Mi brujita nació por cesárea y me la acercaron a mi cara para que yo pudiera verla. Mis brazos estaban atados a la camilla, con las vías puestas, y no pude abrazarla en ese momento, pero la llené de besos, la acaricié con mis mejillas, percibí ese olor a bebé recién nacido tan dulce. Ese es el mejor momento de mi vida y fue algo mágico ;)
ResponderEliminarCuando te conocí en la presentación del libro, me pareció precioso que siempre que tienes a Sam en brazos le vas dando regularmente un besito en la cabeza..... es posible que tú no te des ni cuenta, je,je,je...... pero, al margen de evidencias científicas, la huella de los besos es imborrable y Sam los llevará para siempre con él :o)
ResponderEliminarAw Julie, ¡qué dolor! No me imagino la tortura en todos los sentidos de tener a tu chiquitín enfrente y no poder amapucharlo :'( Qué bueno que ya pasó y que cada día puedan entregarse a la necesidad de darse besitos y estar pegados todo el día :)
ResponderEliminarGracias Magda :)
Cookie, ¡a que sí! El olor de los bebés, aliento incluído es taaaaaan delicioso, yo diría que adictivo :P
María se me salieron las lágrimas leyéndote, ¿ves? ando sensible, jiji, snif. Creo que es automático, ahora que lo pienso es un poco absurdo tener al enano tan cerca y no darle besos, ¿no? jeje... Muchos abrazos a los 5 ;`)
Louma
Cuando mi madre ve las fotos de cuando éramos pequeños, casi a cada foto de uno de sus hijos va diciendo "¿y yo qué estaba haciendo que no te estaba dando un achuchón?". Ese fue su primer consejo cuando fui mamá, que no dejase de darle mimos para no arrepentirme después ¡y apenas tengo fotos de mis peques sin mis besos de por medio!!
ResponderEliminarSuper interesantisimoo!!!..
ResponderEliminarTodo tiene su razón de ser, y aquí en éste artículo tengo la respuesta a mi pregunta sobre los besos! saludos